Todo empezó el día en que la princesa Cucamona llevó a su hada madrina al cole. Así cualquiera resolvía los problemas de matemáticas. Al día siguiente, la clase apareció llena de hadas madrinas. Y la que se armó. Y todavía fue peor cuando Alarico, el hijo del carcelero menor de las Mazmorras de Palacio, les presentó a su ¡hado padrino!, un chico en miniatura con pantalones vaqueros, cazadora de cuero y pelo largo. No, en vista del éxito, lo mejor era dejar a los hados y a las hadas en casa...